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Hiyab: La sumisión a Dios en la mira (parte 5 de 8)

Hiyab: La sumisión a Dios en la mira (parte 5 de 8)

El rol práctico del Corán y la Sunna
{Solo a Ti te adoramos y solo a Ti imploramos ayuda. Guíanos por el camino recto} [Corán 1:5-6]
Una vez que el vínculo de uno con Al-lah está firmemente establecido y se convierte en el centro de su existencia, se deduce que uno entiende su responsabilidad ante Él y que adquiere los conocimientos necesarios y fundamentales que le permitirán fortalecer su fe y practicarla de acuerdo con la voluntad y el mandato de Al-lah [Corán 39:11-15]. Los profundos versículos anteriores, del primer capítulo del Corán, se repiten con frecuencia a lo largo del día, como parte integrante de las cinco oraciones diarias obligatorias. Sirven como un poderoso recordatorio de nuestra sumisión y absoluta dependencia de Al-lah. Todo el Corán que sigue a esta petición es la luz de la guía divina por la que rezamos; es una guía práctica, atemporal y siempre relevante para la vida, proveniente de Aquel que es nuestro Creador y Señor. Estos versículos fueron revelados al último Profeta y Mensajero, Muhammad, que fue enviado por Al-lah a toda la humanidad para predicar la guía con el ejemplo, y para instruirnos sobre cómo poner en práctica el Corán en nuestras vidas [Corán 33:21]. Así, el marco y los límites para una vida exitosa giran en torno al conocimiento y la acción, y deben tomarse de estas dos fuentes principales, el Corán y la Sunna.
Si bien la Shari’a permite una gran flexibilidad para adaptarse a las costumbres y las normas culturales, es importante señalar que estas no pueden sobrepasar los límites y los principios definidos y establecidos por la legislación divina. ¿A quién más podemos confiar nuestras vidas aparte de Al-lah, el Misericordioso, el Más Justo y el Más Amoroso, que nos conoce mejor que nosotros mismos? Él es el Omnisciente, que todo lo ve y todo lo oye, y es nuestro Protector, en cuya sabiduría y capacidad confiamos, y tenemos fe en que Su guía y Sus órdenes son beneficiosas para nosotros, están dirigidas a que alcancemos la excelencia y la verdadera belleza tanto en el carácter moral como en la apariencia y el comportamiento exterior, y nunca nos perjudicarán ni nos defraudarán. Su camino conduce al éxito y la satisfacción duradera. Esto contrasta con las ideologías carentes de fundamentos formuladas por el hombre sobre la igualdad de género, la belleza, la libertad de expresión y las ideologías fluctuantes que pretenden servir a quienes las promueven, pero que no aportan ningún beneficio sostenible en este mundo o en el otro y, por el contrario, a menudo conducen al daño. Por ello, debemos tener fe y confianza en Al-lah, con Quien encontramos las garantías integrales necesarias para la mejor vida posible, aunque no siempre seamos capaces de percibirlas como tales en todo momento.
Dentro de nuestra exposición sobre el hiyab, el siguiente paso para responder a cómo se debe observar correctamente es establecer que el hiyab sólo puede definirse, entenderse y practicarse de acuerdo con las enseñanzas auténticas del Corán y la Sunna, como todos y cada uno de los mandatos de Al-lah. El concepto de pudor no es nuevo en el Islam. Ha sido enfatizado por Al-lah desde la creación del hombre, y es central en la historia de nuestros padres, Adán y Eva. Ambos fueron engañados por Shaitan (Satanás) para que desobedecieran a Al-lah, y se encontraron descubiertos y vulnerables, tanto en un sentido literal como moral, estableciendo firmemente la conexión entre la sumisión y la haia (ver Corán 20:115-23). Por lo tanto, mirando hacia atrás a través de la historia judeocristiana, vemos su presencia en las escrituras anteriores al Corán, que luego estableció las normas legales finales en este sentido como la última revelación divina a la humanidad. El capítulo An-Nur, en el que encontramos uno de los versículos que ordena a las mujeres creyentes adherirse hiyab, contiene en su núcleo el magnífico versículo que conecta la luz de la guía de Al-lah con el corazón del creyente. Este capítulo transmite un tema central a todos los creyentes, hombres y mujeres, prescribiendo la protección y preservación de la moral y el pudor para la sociedad en su conjunto, enfatizando una vez más que la fe, la sumisión y el ḥaia van de la mano (ver Corán 24:27-38).
Aunque los seres humanos han sido bendecidos con el intelecto y el albedrío dados por Al-lah para obedecerlo como parte de la prueba de esta vida mundana y, por lo tanto, para elegir adherirse al hiyab, esto no deja espacio para que uno interprete libremente el uso del hiyab fuera de estos límites divinamente legislados, o como opcional. Más bien, la elección de ignorar su obligación cae lógicamente en la desobediencia, el pecado y el desprecio de la propia sumisión a Al-lah, lo que a su vez conlleva su propia responsabilidad ante Él, al igual que ocurre con quien ignora cualquier otra obligación religiosa. En última instancia, la elección de adherirse al hiyab es una elección individual, que debe hacerse conscientemente entre la obediencia o la desobediencia a Al-lah.
Sin embargo, lo más importante es que esa elección no debe interpretarse como todo o nada. Por ejemplo, uno puede luchar para rezar todas las oraciones obligatorias diarias con coherencia y concentración, pero no deja de rezar del todo, ni es un juicio final sobre su nivel de fe o de su amor por Al-lah. Más bien, el siervo sincero sigue esforzándose al máximo para cumplir con las obligaciones que le incumben, por muy defectuoso que sea el intento a veces, en lugar de abandonarlas por completo. Es por la ilimitada misericordia y generosidad de Al-lah que uno nunca sabe cuál de los más pequeños actos sinceros, incluso una sola prosternación realizada con humildad, es tan querido por Al-lah que se convierte en el medio para el perdón, la guía, la recompensa abundante y el Paraíso. Por lo tanto, quien lucha con el hiyab continúa esforzándose por llevarlo de forma consistente y correcta, a pesar de cualquier obstáculo, debilidad humana e imperfecciones, de acuerdo con la hermosa instrucción profética que se nos da en todos los asuntos: “... Lo que les he prohibido, evítenlo; y lo que les he ordenado, cúmplanlo cuanto puedan” (Al Bujari).
{Di: “Si verdaderamente aman a Dios, ¡síganme!, que Dios los amará y perdonará sus pecados”. Dios es Absolvedor, Misericordioso} [Corán 3:31]

Continúa en la parte 6 

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