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¿Por qué sufre la gente? (parte 3 de 10)

La existencia de Dios y el problema del mal

Ninguna persona inteligente podría negar la brillantez de un palacio espectacularmente diseñado con miles de cuartos imponentes, diseñados para agradar los sentidos, porque un par de cuartos sean desagradables. Sería ridículo alegar que este maravilloso palacio es producto de que rocas, acero, madera y cables se chocaron al azar simplemente porque no encontramos la razón de esos feos cuartos. En tal caso, la prudencia exigiría abstenerse de emitir un juicio. Quizás la persona que vive allí disfruta de que sea así, o quizás están ahí para recordarle de sus humildes comienzos, lo cual le permite no dar sus bendiciones por sentadas.
Si miramos nuestra propia anatomía y no solo cosas hipotéticas, los evolucionistas una vez alegaron que nuestros cuerpos tenían 180 órganos vestigiales –partes que se volvieron obsoletas durante la evolución humana–. Poco sabían que esa era una observación prematura por falta de investigación sobre sus funciones. Eventualmente ese número fue disminuyendo durante el siglo pasado al punto que algunos anatomistas hoy en día creen que ya se ha identificado la función de cada órgano (Thomas Heinze, Las pruebas de la evolución se esfuman).
Esos “órganos vestigiales” de hecho nos señalan otro problema con el tema de por qué existe el mal. Asumimos que comprendemos todo lo que existe a nuestro alrededor, mientras que los epistemólogos concuerdan que las percepciones e incluso imaginación de la gente son limitadas. En El problema inductivo del mal, William Alston explica cómo los humanos estamos atados de pies y manos por la falta de información, la apabullante complejidad de muchos fenómenos, la opacidad de lo que es metafísicamente posible o necesario, nuestra ignorancia de todo lo posible, y nuestro juicio parcial como criaturas subjetivas. En estos tiempos modernos, nuestro conocimiento sin precedentes nos debería llevar a una mayor humildad. Ahora más que nunca podemos observar cuán masivamente compleja puede ser la naturaleza. Un ejemplo sobresaliente es el efecto mariposa en la Teoría del Caos; esto es, que “el movimiento de las alas de una mariposa en Rio de Janeiro, amplificado por corrientes atmosféricas, podría causar un tornado en Texas dos semanas después” (Laura Nader, Naked science : anthropological inquiry into boundaries, power, and knowledge). Esto nos recuerda cómo los factores más inesperados, durante largos períodos de tiempo, aún tienen una conexión muy real.
Lo dicho arriba es uno de los miles de ejemplos que sirven para explicar que el mal no es siempre producto de una simple progresión lineal, ni tampoco las leyes naturales que solo los científicos más entrenados pueden comprender. En muchos casos se puede deber a una interacción de factores astronómicamente compleja que no podemos entender. Los teístas, por lo tanto, tienen todo derecho a cuestionar argumentos como que “el hecho de que un ciervo sufra una muerte lenta y dolorosa a causa de un incendio forestal no es más que un mal sin sentido, detrás del cual no hay sabiduría o un bien mayor”. A pesar de que podría haber un motivo para tal situación (lo exploraremos más adelante), resulta claro que algunos males son causados por el hombre y quizás nunca entenderemos la cadena de causas por completo.
La sabiduría detrás del mal
El Corán y la Sunna no solo argumentan que la existencia del mal puede reconciliarse de forma racional con la de un Dios Omnisapiente, Omnipotente, Misericordioso, sino también afirman que hay una sabiduría discernible detrás de lo que aparenta ser malo, y por ello la teodicea sunní implica “razón guiada por la revelación”. Sin embargo, si bien es cierto que hay una sabiduría profunda en cada “mal” del universo, nosotros como seres finitos solo podemos comprenderla a nivel general. También debemos comprender que un Dios Sabio no habría de revelarnos cada decisión para garantizar que este examen llamado vida sirva, de hecho, como tal. Como consecuencia, esos detalles no deben desestimarse como irracionales, sino como supra racionales (más allá de nuestro entendimiento), pero ello no debe detenernos a la hora de apreciar por qué Dios permitió que existieran. En términos más simples:
• Dios es el más Sabio.
• La sabiduría de Dios implica una razón de ser para todo lo que existe.
• La sabiduría de Dios implica que algunos males existan por motivos profundos.
• La sabiduría de Dios implica que, para que la vida sea una prueba, el motivo de cada mal no se puede revelar a los que están siendo probados.
• La sabiduría de Dios implica revelar algunas de las principales razones del mal para ayudar a las personas a superar las dificultades de la vida.
Antes de abordar estos principios, debemos decir que uno de los conceptos fundacionales de la teodicea sunní es que el mal puro no existe. Ibn Al Qaiem (fallecido en 1350), quizá el más grande teólogo sunní que haya escrito sobre la teodicea, dijo:
El mal como fenómeno independiente en el cual no hay dimensión de bien alguna no existe en este mundo. No hay nada en nuestra existencia que pueda ser considerado puramente malo, porque cada cosa mala es buena desde algún ángulo u otro. Por ejemplo, la enfermedad aflige al cuerpo desde una perspectiva, pero desde otra prueba la paciencia, trae resiliencia, y puede incluso fortalecer la inmunidad. La mayoría de las cosas que no nos gustan son generalmente así, nunca están exentas de algún beneficio para el ser humano.

Este principio de oro es válido tanto para los males que ocurren naturalmente como para los males cometidos por agentes voluntarios (humanos/yinn). Dios permite que existan porque el bien de su existencia supera el bien de su inexistencia. En el caso de los males naturales, consideremos que los volcanes no son un mal puro, porque rejuvenecen el ecosistema que hace posible la vida en la Tierra: “Sin erupciones volcánicas y todo lo que emanan, las comunidades agrícolas no podrían cosechar comida, ciertos materiales para la construcción no estarían disponibles, y nuestra atmósfera no tendría su ambiente rico en oxígeno” (https://www.usgs.gov/faqs/what-are-some-benefits-volcanic-eruptions?qt-news_science_products=0#qt-news_science_products). En el caso de los males cometidos intencionalmente, consideremos cómo incluso la existencia de Satanás no es meramente mala, sobre todo porque no fue creado “para desviar a la gente” sino que él se rebeló en su arrogancia y haciendo uso del libre albedrío que le fue otorgado. Además, Satanás les da a los devotos de Dios un objetivo contra el cual luchar, los alienta a buscar refugio en Él de sus trampas –incluyendo el orgullo y el engaño– y mucho más.
Continúa...

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