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Desintegración familiar – I

Desintegración familiar – I

 Al-lah ha concedido a Sus siervos tantas bendiciones y favores, que no se pueden contar. Él Ha decretado que las verdaderas comunidades musulmanas puedan ser establecidas únicamente con la existencia de familias que son obedientes a Al-lah y son educadas de acuerdo a Sus mandamientos.

 
Para tal efecto, Él Ha provisto a los musulmanes de los elementos que forman la familia, como Dice en el Corán (lo que se interpreta en español): {Y entre Sus signos está haberos creado esposas de entre vosotros para que encontréis en ellas sosiego, y puso entre vosotros amor y misericordia…} [Corán 30:21]
 
Observe cómo Al-lah construye la familia: Creó al hombre y de él Creó a su compañera, para que entre ellos exista armonía. Él Hizo de la esposa la fuente de tranquilidad espiritual; pero la familia todavía necesita una clase tangible de tranquilidad, la cual Al-lah Describe Diciendo (lo que se interpreta en español): {Al-lah Hizo que vuestras viviendas sean para vosotros un lugar de protección y sosiego…} [Corán 16:80] Por lo tanto, la serenidad espiritual es encontrada en la esposa, y la serenidad física en nuestra casa; estos elementos juntos forman la familia, la cual forma las comunidades.
 
Se ordena a los musulmanes dirigir sus familias según el Islam y Al-lah Ha legislado tales reglas, mediante las cuales podemos alcanzar la prosperidad y mantener a la familia unida. Así es cómo la sociedad resultante será virtuosa y se esforzará en el Yihad y la lucha por la causa de Al-lah; como resultado de esto, el Islam se esparcirá en el mundo entero.
 
Sin lugar a dudas, cuando descuidamos la familia nuestras comunidades se corrompen y los países musulmanes se estancan en el subdesarrollo, la ansiedad abruma a la gente y la vida se hace intolerable.
 
Hoy en día, si estudiamos la situación de las familias musulmanas, veremos que la mayoría vive una vida miserable, como consecuencia de estar alejados de las leyes islámicas y de restarles importancia. Daré algunos ejemplos de cosas que resultan en el rompimiento o desintegración de las familias.
 
Citemos primero el ejemplo de una feliz familia islámica, la cual vive de acuerdo a las prescripciones de Al-lah. Dice Al-lah (lo que se interpreta en español): {Y cuando Zacarías rogó a su Señor: ¡Oh, Señor mío! No me dejes solo [sin hijos que puedan seguir transmitiendo Tu Mensaje]. Tú eres Quien verdaderamente puede hacerlo.} [Corán 21:89]
 
Zacarías, la paz sea con él, suplicó a Al-lah y pidió Su ayuda, como Dice Al-lah (lo que se interpreta en español): {Kâf . Hâ' . Iâ' . ‘Ain . Sâd . Esto es un recuerdo de la misericordia que tuvo tu Señor con Su siervo Zacarías, cuando invocó a su Señor en secreto. Dijo: ¡Señor mío! Mis huesos se han debilitado y mi cabeza ha encanecido. Mis ruegos nunca fueron rechazados. Temo por [la fe de] mis parientes tras mi muerte, y mi mujer es estéril…} [Corán 19:1-5]
 
La historia muestra que Zacarías, la paz sea con él, suplicó a su Señor con sinceridad, quejándose de que se había vuelto viejo y débil; él reconoció que Al-lah siempre había respondido a sus plegarias y nunca le había fallado.
 
Él, la paz sea con él, luego expresó su preocupación de que aquellos quienes quedaran después de su muerte no serían capaces de cumplir con la misión de transmitir el Mensaje de Al-lah, y que su esposa no podía dar a luz. En este punto, comenzó su súplica diciendo (lo que se interpreta en español): {…Concédeme un hijo que me suceda y herede de la familia de Jacob [la profecía]. ¡Oh, Señor mío! Complácete de él.} [Corán 19:5-6] No hablaba de heredar riqueza, sino la profecía.
 
Zacarías, la paz sea con él, continuó su ruego implorando a Al-lah que hiciera (al niño) agradable ante Él. Poco tiempo después, los ángeles vinieron a Zacarías con alegres noticias de parte de Al-lah acerca de un niño a quien Él había llamado Iahia (Juan). O sea que no fue Zacarías, la paz sea con él, quien le puso el nombre al niño, ni siquiera su madre; sino que fue Al-lah, El Único, Quien le dio al niño un nombre que ningún ser humano había tenido antes. Dice Al-lah (lo que se interpreta en español): {Y cuando Zacarías rogó a su Señor: ¡Oh, Señor mío! No me dejes solo [sin hijos que puedan seguir transmitiendo Tu Mensaje]. Tú eres Quien verdaderamente puede hacerlo. Y escuchamos su súplica, y le agraciamos con [su hijo] Iahia, pues hicimos que su mujer fuera otra vez fértil. Les agraciamos porque siempre se apresuraban a realizar obras buenas, Nos invocaban con temor y esperanza, y eran sumisos.} [Corán 21:89:90]
 
Así, esta piadosa familia era obediente a Al-lah, el padre y el hijo fueron Profetas, y la esposa era devota porque así la hizo Al-lah. La familia entera se apresuraba en complacer a Al-lah, tanto en tiempos de prosperidad como en adversidad; ellos suplicaban sumisamente, y no eran despreocupados ni innecesariamente entregados a esta vida. Así es como las familias solían ser. 
 
Examinemos el caso de las familias miserables que prevalecen entre nuestras sociedades en la actualidad. Existe un gran peligro amenazando nuestra comunidad, llamado “el fenómeno de la desintegración familiar”, lo cual se ha convertido en nuestra marca registrada, como un resultado natural de eludir las legislaciones islámicas y abandonar la religión.
 
Muchas familias están colapsando desde su interior, incluso si aparentan estar unidas, porque en realidad cada uno de sus miembros vive su propia vida en su propio mundo. Cada uno tiene sus propias preocupaciones y sus propios problemas, que nadie más comparte con él, y nadie siente ninguna responsabilidad hacia los otros o que está obligado a hacer algo por alguien más.
 
A veces, dos personas dentro de la misma casa ni siquiera hablan el uno con el otro, incluso el padre duerme en una habitación y la madre en otra. Este es sólo un ejemplo, y existen muchos otros de este tipo, reflejando la ruptura de las familias dentro de nuestras comunidades.
 
Existen razones que llevan a esta desintegración de las familias, tales como la que el Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, mencionó: “Es suficiente pecado que uno descuide a sus dependientes” (es decir, a quienes están bajo su cuidado). Existen muchos padres que no prestan atención a sus hijos ni a sus hogares, y que no cumplen con sus obligaciones hacia ellos.
 
El siguiente es un ejemplo de tal negligencia: un hombre divorció a su esposa, con la cual tenía hijos, y se casó con otra. Posteriormente, la segunda esposa lo convenció de que sus hijos querían separarlos y que estaban usando magia para lograrlo; las cosas entonces empeoraron hasta llegar al grado de acusarlos de querer envenenarlo, así que él los echó de la casa. Luego de esto, ella de dio a elegir, diciendo: “Se va tu hija o me voy yo”. Así, él se deshizo de su hija y la envió a vivir con su hermana que ya estaba casada, y a pesar de que la niña se sentía muy incómoda de tener que vivir en una casa como una extraña, no tenía otro lugar dónde ir.
 
El padre no corría con los gastos de los niños a quines él había echado de la casa; algunos vivían con su abuela materna y otros con sus tíos maternos. En cuanto a la niña, ella se quedó con su hermana; y si le preguntan por sus hermanos, responde: “No lo sé, porque mi padre los echó hace mucho tiempo ya, y no tengo idea de dónde están ahora”.
 
Esta es otra historia de alguien que es influenciado por malas amistades, quienes lo hacen gastar su dinero en cosas prohibidas: El esposo echó a su esposa y a sus hijos y casi nunca va a visitarlos. Algunos de sus hijos están enfermos y necesitan cuidados especiales, la escuela está a punto de empezar y ellos necesitan ciertas cosas, y él sigue alejado de ellos. Se debe nueve meses de renta y el propietario reclama a la esposa, quien está desamparada y sola, y golpea la puerta preguntando por el pago. Algunas personas piadosas la ayudaron con algo de dinero; pero el esposo, actuando como un criminal, viene una vez al mes y se lleva las cosas que ella recibe de la gente como donación. Él viene sólo por un instante cada mes, y nunca ve cómo están sus hijos o su familia.
 
De hecho, lo que el Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, dijo, es verdad: “Es suficiente pecado que uno descuide a sus dependientes” (es decir, a quienes están bajo su cuidado).
 
El apresurarse a divorciar a la esposa es otra causa del colapso familiar. En estos días, el divorcio está ampliamente difundido y por razones sin sentido. Ni el esposo ni la esposa han sido educados islámicamente; consecuentemente, ellos pelean por las razones más simples y entonces se da el divorció, por los argumentos más tontos.
 
El resultado es que la familia se desmorona, los hijos se quedan con uno de los dos padres y son privados de ver al otro, o son incitados por cada padre a rechazar al otro, etc.
 
Un hombre divorció a su esposa cuando su hija tenía dos meses de nacida; ella tiene ahora 28 años de edad y nunca ha visto a su padre, excepto una vez. Él nunca preguntó por ella ni le dio manutención; pero, cuando alguien viene a pedir su mano, él lo rechaza y pone condiciones difíciles.
 

Después que uno se divorcia, se debe pensar en los niños: ¿Cómo será su trato con ellos? ¿Los visitará y tendrá cuidado de ellos, o estará tan ocupado en su nueva casa y su nueva vida que los descuidará?

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