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¿Él feminismo es el problema? Por qué las nuevas tendencias ideológicas fallan en el Islam (parte 4)

Imagine ahora que su imam o profesor religioso lidera su congregación con el supuesto de que las mujeres son igualmente capaces de ser eruditas y líderes en sus comunidades. Imagine que su mezquita o su grupo de liderazgo organizacional no solo sostiene este supuesto, sino que lo implementa activamente constituyéndose tanto de hombres como de mujeres, valorando las voces y las preocupaciones de todos sus miembros por igual. Estamos lejos de esta realidad. Gritar “el patriarcado” es, a menudo, representativo de la frustración de las mujeres que no ven que sus preocupaciones sean tomadas en serio y que no se ven reflejadas como parte integral de sus propias comunidades. Librar una guerra contra el feminismo puede ayudar, involuntariamente, a aquellos en nuestras comunidades que buscan desacreditar y silenciar a las mujeres al etiquetar cada queja que plantean como debida al feminismo.
Cuando el Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, recibió quejas de las compañeras femeninas, las escuchó con atención y las tomó muy en serio. Tomemos, por ejemplo, la historia de Jawla Bint Tha‘laba, que Al-lah esté complacido con ella, que se quejó de los actos injustos de su esposo hacia ella. La respuesta a su queja provino de Al-lah mismo, para que fuera preservada en el Corán como ejemplo hasta el fin de los tiempos: {Al-lah oyó las palabras de quien reclamaba ante ti [¡oh, Muhammad!] acerca de su esposo y se quejaba por su aflicción ante Al-lah, y Al-lah escuchaba su diálogo porque Al-lah todo lo oye, todo lo ve} [Corán 58:1]. En esta aleya y en las que le siguen, Al-lah, Glorificado sea, establece los mejores ejemplos, no solo reconociendo las preocupaciones de Jawla, sino legitimándolas y brindándoles solución a través de un capítulo entero en el Corán que lleva su nombre por ella.
La realidad del asunto es que las mujeres musulmanas a través de la historia han sido líderes en erudición y luminarias en varios campos. Desde ‘Aisha, la esposa del Profeta, que corrigió a sus homólogos masculinos en asuntos de hadiz y jurisprudencia, y Nusaiba Bint Kaab que luchó junto al Profeta en batalla, hasta Sutaita Al Mahamli que encontró soluciones a algunas de las ecuaciones matemáticas más complejas de su tiempo, y la reina Amina de Zaria, que protegió su reino, las mujeres musulmanas han establecido estándares sin paralelo en el servicio a sus comunidades. A pesar de esta rica historia, hemos logrado borrar de nuestros recuerdos sus contribuciones y reescribir sus historias para que coincidan con nuestras expectativas de las mujeres como figuras marginales. Depende de nosotros revivir estos precedentes e inculcar fortaleza y motivación en nuestras mujeres, jóvenes y viejas, para empoderar a la generación actual y a quienes vienen a alcanzar su máximo potencial para servir a los demás y a Al-lah.
Avanzando
Bien puede haber muchas ideas avanzadas bajo la etiqueta de “feminismo” que plantean un problema para los musulmanes (y algunas que incluso pueden ser antitéticas al Islam). Pero la verdad es que hay muchas ideologías seculares que, cuando se llevan al extremo, contradicen claramente los credos religiosos y morales islámicos. La única forma de evitar los escollos de estas ideologías es mirando más allá de las etiquetas, evaluando los conceptos mismos, y abordándolos desde una base firme en nuestra tradición. Si confiamos en el Islam y en sus fuentes y metodología podemos enfrentar estos dogmas de frente. Solo así podremos analizar teorías complejas a fin de reconocer lo que tienen de bueno y descartar lo que no se alinea con nuestra religión.
Sin embargo, debemos ser conscientes de que no todos los musulmanes −ni siquiera la mayoría− tienen esta base firme. Por esta razón, debemos enfocar nuestros esfuerzos en capacitar a los imames y líderes comunitarios para que proporcionen espacios donde aquellos que luchan con su religión puedan ser críticos y hacer preguntas. Debemos crear plataformas para todos, pero en especial para los marginalizados, como las mujeres, los jóvenes, los conversos y otros, para que expresen sus dudas y recelos hacia el Islam sin acallar sus preocupaciones reales al acusarlos de haber sido objeto de lavado de cerebro por parte de ideologías occidentales. Y donde esas preocupaciones son el resultado de nuestras propias imperfecciones y defectos como seres humanos, y del hecho de no vivir según el ideal profético, debemos reconocerlas y abordarlas. Mientras no lo hagamos, aquellos que no pueden expresarse totalmente en sus propias mezquitas y comunidades, sin duda recurrirán a escapes que les proporcionen las respuestas que buscan. 

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