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Ün consejo para mi hija (Parte II)

Un consejo para mi hija (Parte II)

 

Todas las personas buscan un cónyuge potencialmente moral y responsable. Incluso –e irónicamente- el hombre que seduce a una mujer respetable con promesas falsas de matrimonio no cumple lo prometido si ella lo llega a imitar y cae en actos perversos. Entonces él la abandona y va en búsqueda de otra mujer que sea casta, ya que no desea tener a una fornicadora como esposa y madre de sus hijos.
Es decir, el hombre inmoral buscará entonces casarse apropiadamente y de acuerdo a las tradiciones del Islam, olvidándose de buscar a mujeres que se comporten como él: sin dignidad y siendo en sus manos un juguete que acepta tomar parte en acciones ilícitas. Así parece que si las mujeres faltas de moral no tolerasen a esos pervertidos, la recesión en los matrimonios daría marcha atrás y la decadencia declinaría.
Entonces, ¿Por qué las chicas de buenas costumbres no colaboran en esta lucha contra la inmoralidad? Tú estás más calificada en ese aspecto que nosotros los hombres, puesto que tú sabes cómo hablar con otras chicas y hacerlas entender. Solo vosotras, chicas castas, morales y religiosas, sois capaces de desarraigar esta corrupción.
En casi todos los hogares hay hijas que han alcanzado la edad del matrimonio pero que no se han casado porque los jóvenes consideran a las mujeres de la calle como una alternativa a tener una esposa. Ayuda a esas hermanas desviadas para que regresen al sendero recto, forma grupos de apoyo entre las intelectuales, maestras y estudiantes universitarias.
Inspíralas sembrando en ellas el temor a Al-lah Todopoderoso; si ellas no Le temen, entonces adviérteles de las enfermedades venéreas; si eso tampoco les importa, entonces hazles abrir los ojos a la realidad: Pregúntales si esa belleza que hace que los hombres las busquen durará para siempre; seguramente no creerán que nada en la tierra quedará intacto eternamente, ¿Cómo podrían su juventud y belleza ser la excepción? Diles que se imaginen cómo será cuando envejezcan y tengan arrugas en la cara y la espalda jorobada; ¿Quién cuidará de ellas o preguntará al menos por ellas?
Las únicas personas que se preocupan por las ancianas, honrándolas y venerándolas, son su propia sangre y carne: sus hijos, hijas y nietos. Entonces se convierte en la reina de sus dominios. Por otro lado, quienes no se preocupan por mantener relaciones significantes, caen pronto en un modus vivendi que da lástima y que seguramente has percibido ya. ¿Pueden los placeres pasajeros triunfar sobre los sufrimientos consiguientes? ¿Vale la pena aceptar tal final a cambio de esos comienzos alocados?
No necesitas que nadie te diga cómo hablar con tus hermanas que se han extraviado. Usa todos los medios a tu alcance para guiarlas, y si eso no es factible, entonces protege a las chicas virtuosas para que no caigan en imitar a las que ya están desviadas. No es posible esperar que logres que una mujer vuelva a su estado fundamental de musulmana practicante en el primer intento, dado que un logro inmediato es prácticamente imposible. Por lo tanto, lo más prudente sería ayudarlas a volver a la virtud paso a paso, de la misma manera en que se alejaron de esta y se acercaron poco a poco a la maldad.
La manera en la que abandonaron la virtud gradualmente, disolviendo sutilmente el velo e invirtiendo su energía preparándose para el cambio, fue tan delicada que la gente de bien ni siquiera nos dimos cuenta. En vez de eso, se vieron alentadas por revistas lascivas y gente inmoral, quienes encuentran placer en vernos retroceder a un estado que no es aprobado ni por el Islam ni por el Cristianismo. Ni siquiera los Mayus (adoradores del fuego), de quienes hemos leído en los libros de historia, cayeron en tal estado.

De hecho, podríamos incluso aprender de los animales. Cuando dos gallos andan tras la misma gallina, luchan por ella defendiéndola y porque sienten celos. Los musulmanes sin embargo, parecen no sentirse de la misma manera cuando otros hombres miran embobados a sus esposas en la playa. Y no es que estemos hablando solamente del rostro, las manos y el cuello (los cuales deberían estar bajo un Hiyab) de dichas mujeres, sino de todo su cuerpo a excepción de sus partes privadas, las cuales al parecer son la única parte de su cuerpo que les parece obsceno revelar.

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